Edgar Allan Poe
"En el nombre del Profeta... higos."
Voces del vendedor de higos Turco
Supongo que todo el mundo ha oído hablar de mí. Mi nombre es Signora Psyche Zenobia. Esto lo sé con seguridad. Sólo mis enemigos me llaman Suky Snobbs. Me han asegurado que Suky es una vulgar corrupción de Psyche, que es una palabra griega que significa "el alma" (esa soy yo, soy toda espíritu) y, a veces, "una mariposa", lo que, sin duda, alude al aspecto que tengo con mi nuevo traje de satén carmesí, con el mantelet árabe azul cielo y las orlas de agraffas verdes, y los siete faralaes de aurículas de color naranja. En cuanto a Snobbs..., cualquier persona que se tomara la molestia de mirarme dos veces se daría cuenta de que mi nombre no es Snobbs. Miss Tabitha Turnip propagó ese rumor, movida por pura envidia. ¡Precisamente Tabitha Turnip! ¡La pobre infeliz! Pero, ¿qué se podía esperar de un nabo como ella? Me pregunto si conocerá el viejo adagio acerca de "sacar sangre de un nabo", etcétera (recordar: decírselo en la primera ocasión que surja, recordar también tirarle de las narices). ¿Por dónde iba? ¡Ah! Me han asegurado que Snobbs no es más que una corrupción de Zenobia, y que Zenobia fue una reina (igual que yo. El Doctor Moneypenny siempre me llama la Reina de Corazones), y que Zenobia, al igual que Psyche, es griego del bueno, y que mi padre era "un griego", y que, en consecuencia, tengo derecho a mi patronímico, que es Zenobia, y no Snobbs. La única que me llama Suky Snobbs es Tabitha Turnip; yo soy la Signora Psyche Zenobia.
Ilustraciones: M.C. Escher |
A pesar de los buenos oficios del doctor y de los enormes esfuerzos que hizo la asociación para hacerse notar, no tuvo un gran éxito hasta que yo me uní a ella. La verdad es que los miembros utilizaban un tono excesivamente frívolo en sus discusiones. Los papeles que se leían todos los sábados por la tarde se caracterizaban más por su estupidez que por su profundidad. No eran más que un revoltillo de sílabas. No existía ninguna investigación acerca de las causas primeras, de los primeros principios. De hecho, no existía investigación alguna acerca de nada. No se prestaba ninguna atención al grandioso aspecto de la "Adecuación de las Cosas". En pocas palabras, no había nadie que escribiera cosas tan bonitas como éstas. Era todo de bajo nivel, ¡mucho! Carecía de profundidad, de erudición, de metafísica, no había nada de lo que los eruditos llaman espiritualidad y que los incultos han decidido estigmatizar llamándolo jerga. (El doctor M. dice que "jerga" se escribe con "j" mayúscula, pero yo sé lo que me hago.)
Cuando me uní a la sociedad, mi propósito era introducir un mejor estilo tanto en el pensamiento como en los escritos, y todo el mundo sabe hasta qué punto he tenido éxito. Conseguimos ahora tan buenas publicaciones en la A. S. O. M. B. R. O. S. O. L. O. T. E. D. E. A. Z. U. L. como se puedan encontrar incluso en Blackwood. Digo Blackwood, porque me han asegurado que la mejor literatura sobre cualquier tema es la que aparece en las páginas de la tan justamente celebrada revista. La utilizamos ahora como modelo para todos nuestros temas, y, en consecuencia, estamos consiguiendo una gran notoriedad a gran velocidad. Y, después de todo, tampoco es tan difícil componer un artículo con el sello de Blackwood, siempre y cuando uno se tome la cuestión con seriedad. Por supuesto que no me refiero a los artículos políticos. Todo el mundo sabe cómo se hacen éstos, desde que el Doctor Moneypenny nos lo explicó. El señor Blackwood tiene unas tijeras de sastre y tres aprendices a sus órdenes. Uno de ellos le alcanza el Times, otro el Examiner y el tercero el "Nuevo compendio de Argot Moderno de Gulley". El señor B. se limita a cortar y entremezclar. Eso queda hecho rápidamente. Todo consiste en mezclar un poco del Examiner, "Argot Moderno" y el Times, después otro poquito del Times, "Argot Moderno" y del Examiner y después del Times, el Examiner y "Argot Moderno".
Pero el mérito fundamental de la revista radica en la variedad de sus artículos; y de, entre éstos, los mejores vienen bajo el encabezamiento de lo que el señor Moneypenny llama las "Bizarreríes" (lo que quiera que pueda significar eso), y el resto de la gente llama las intensidades. Este es un tipo de literatura que aprendí a apreciar hace largo tiempo, aunque sólo a raíz de mi última visita al señor Blackwood (como representante de la sociedad) he llegado a conocer el método exacto de su creación. El método es muy sencillo, aunque no tanto como el de los artículos políticos. Cuando llegué a ver al señor B. y una vez que le hice saber los deseos de la Sociedad, me recibió con gran cortesía, llevándome a su estudio y dándome una clara explicación de la totalidad del proceso.
Mi querida señora dijo él, evidentemente impresionado por mi aspecto majestuoso ya que llevaba puesto el traje de satén carmesí, con las agraffas verdes y las aurículas de color naranja.
Mi querida señora dijo él, siéntese. La cuestión parece ser ésta: en primer lugar, su escritor de intensidades debe utilizar una tinta muy negra, y una pluma muy grande, con un plumín muy romo. ¡Y fíjese usted bien, Miss Psyche Zenobia! continuó, después de una pausa, con gran energía y solemnidad. ¡Fíjese usted muy bien! ¡Esa pluma jamás-debe-ser-arreglada! Ahí, madame, está el secreto, el alma de la intensidad. Yo me atrevo a decir que ni un solo individuo, por muy genial que haya sido, ha escrito jamás con una buena pluma, entiéndame usted, un buen artículo. Puede usted partir del supuesto de que cuando un manuscrito se puede leer, no vale la pena leerlo. Este es el principio guía de nuestra fe, y si no está usted de acuerdo con él, habremos de dar por terminada nuestra entrevista.
Hizo una pausa. Pero como yo, por supuesto, no tenía ningún deseo de dar por terminada la entrevista, acepté aquella proposición tan evidente, que era además una verdad de la que había sido consciente desde siempre. El pareció satisfecho y siguió con su perorata.
Eso mismo haré, Mr. Blackwood dije yo.
¡Magnífico! replico. Ya veo que es usted un discípulo de los que a mí me gustan. Pero debo ponerla au fait en conocimiento de los detalles necesarios para la composición de lo que podríamos llamar un genuino artículo de Blackwood con el sello de lo sensacional, del tipo que supongo que usted comprenderá que considero el ideal bajo cualquier circunstancia.
El primer requisito a cumplir es el meterse uno en una situación en la que nadie haya estado antes. El horno, por ejemplo... ese fue un verdadero éxito. Pero si no tiene usted a mano un horno, o una campana grande, y si no le resulta cómodo caerse desde un globo, o que se le trague la tierra en un terremoto, o quedarse atascada en una chimenea, tendrá que conformarse con imaginarse una situación semejante. Yo preferiría, no obstante, que viviera usted la experiencia en cuestión. Nada ayuda tanto a la imaginación como un conocimiento experimental del asunto a tratar. "La verdad es extraña", sabe usted, "más extraña que la ficción", aparte de ser mucho más apropiada.
Al llegar aquí le aseguré que tenía un magnífico par de ligas y que pensaba colgarme de ellas en la primera oportunidad.
¡Espléndido! replicó él, hágalo; aunque ahorcarse está ya algo visto. Tal vez pueda usted hacer algo mejor. Tómese una buena dosis de píldoras de Brandreth y después venga a explicarnos sus sensaciones. No obstante, mis instrucciones se aplican exactamente igual a cualquier caso de desgracia o accidente, y es perfectamente fácil que antes de llegar a su casa, le golpeen en la cabeza, la atropelle un autobús o le muerda un perro rabioso, o se ahogue en una alcantarilla. Pero continuemos con lo que íbamos diciendo.
Una vez decidido el tema, debe usted tomar en consideración el tono o estilo de su narración. Existe, por supuesto, el tono didáctico, el tono entusiasta, el tono natural, todos suficientemente conocidos. Pero también está el tono lacónico, o seco, que se ha puesto de moda últimamente. Consiste en escribir con frases cortas. Algo como esto: Nunca se es demasiado breve. Nunca, demasiado mordaz. Siempre, un punto. Jamás, un párrafo.
También está el tono elevado, difuso e interjectivo. Algunos de nuestros mejores novelistas son adictos a este estilo. Todas las palabras deben ser como un torbellino, como una peonza sonora, y sonar de forma muy parecida, lo que suple muy bien a la falta de significado. Este es el mejor estilo que se debe adoptar cuando el escritor tiene demasiada prisa para pensar.
También es bueno el tono metafísico. Si conoce usted palabras ampulosas, ahora es el momento de utilizarlas. Hable de las escuelas Jónica y Eleática, de Architas, Gorgias y Alcmaeon. Diga algo acerca de lo subjetivo y de lo objetivo. Insulte, por supuesto, a un hombre llamado Locke. Desdeñe usted todo en general, y si algún día se le escapa algo un poco demasiado absurdo, no tiene porque tomarse la molestia de borrarlo, añada simplemente una nota a pie de página, diciendo que está usted en deuda por la profunda observación citada arriba con la "Kritik der reinem Vernunf", o con "Metaphysische Anfangsgründe der Naturwissenschaft". Esto le hará parecer erudita y... y... sincera.
Foto: Ouka Lele/Everfoto |
Le aseguré que jamás lo haría en toda mi vida. Me besó y continuó hablando:
En cuanto al tono heterogéneo, no es más que una juiciosa mezcla, a partes iguales, de todos los demás tonos del mundo, y consiste, por lo tanto, en una mezcla de todo lo profundo, extraño, grandioso, picante, pertinente y bonito.
Supongamos entonces que usted ya ha decidido el tema y el tono a utilizar. La parte más importante, de hecho, el alma de la cuestión, está aún por hacerse. Me refiero al relleno. No es lógico suponer que una Dama, ni tampoco un caballero, si a eso vamos, haya llevado la vida de un ratón de biblioteca. Y, no obstante y por encima de todo, es necesario que el artículo tenga un aire de erudición, o al menos pueda ofrecer pruebas de que su autor ha leído mucho. Ahora le explicaré cómo hay que hacer para lograr ese aire. ¡Fíjese! dijo, sacando tres o cuatro volúmenes de aspecto ordinario y abriéndolos al azar. Echando un vistazo a casi cualquier libro del mundo, podrá usted percibir de inmediato la existencia de pequeñas muestras de cultura o de belespritismo, que son precisamente lo que hace falta para sazonar adecuadamente un artículo modelo Blackwood. Podría usted ir apuntando unos cuantos, según se los voy leyendo. Voy a hacer dos divisiones: en primer lugar, Hechos Picantes para la Elaboración de Símiles, y, en segundo lugar, Expresiones Picantes para Ser Introducidas Cuando la Ocasión lo Requiera. ¡Ahora escriba!
Y yo escribí lo que él dictaba.
HECHOS PICANTES PARA HACER SÍMILES. "Originalmente, no había más que tres musas, Melete, Mneme, Aoede: meditación, memoria y canto", Puede usted sacar mucho partido de ese pequeño hecho si lo utiliza adecuadamente. Debe saber que no es un hecho demasiado conocido y parece recherché. Debe usted poner mucha atención en ofrecer el dato con un aire de total improvisación.
Otra cosa. "El río Alpheus pasaba por debajo del mar y resurgía sin que hubiera sufrido merma la pureza de sus aguas." Un tanto manido, sin duda, pero si se adorna y se presenta adecuadamente, parecerá más fresco que nunca.
Aquí hay algo mejor. "El Iris Persa parece poseer para algunas personas un aroma muy fuerte y exquisito, mientras que para otras resulta totalmente carente de olor." Esto es espléndido y... ¡muy delicado! Se altera
un poco y puede dar un resultado prodigioso. Vamos a buscar algo más en el terreno de la botánica. Nada da mejor resultado que eso, especialmente con la ayuda de un poco de latín. ¡Escriba!
"El Epidendrum Flos Aeris, de Java. Tiene una flor de extraordinaria belleza y sobrevive aun cuando ha sido arrancada. Los nativos la cuelgan del techo y disfrutan de su fragancia durante años." ¡Esto es magnífico! Con esto ya tenemos suficientes símiles. Procedamos ahora con las expresiones picantes.
EXPRESIONES PICANTES. "La Venerable novela China Ju-kiao-li." ¡Espléndido! Introduciendo estas pocas palabras con destreza, demostrará usted su íntimo conocimiento de la lengua y literaturas chinas. Con la ayuda de esto posiblemente pueda usted arreglárselas sin el árabe, el sánscrito o el chicka-saw. No obstante, no se puede uno pasar sin algo de español, latín y griego. Tendré que buscarle algún pequeño ejemplo de cada uno. Cualquier cosa es suficiente, ya que debe usted depender de su ingenio para hacer que encaje en su artículo. ¡Escriba!
"Aussi tendre que Zaire", tan tierno como Zaire; en francés. Alude a la frecuente repetición de la frase la tendre Zaire, en la tragedia francesa que lleva ese nombre. Adecuadamente introducida demostrará no sólo su conocimiento de esta lengua, sino también la amplitud de sus lecturas y de su ingenio. Puede usted decir, por ejemplo, que el pollo que estaba comiendo (escriba un artículo acerca de cómo estuvo a punto de asfixiarse por culpa de un hueso de pollo) no resultaba del todo aussi tendre Zaire. ¡Escriba!
Ven muerte tan escondida,
Que no te sienta venir
Porque el placer de morir
No me torne a dar la vida
Miguel de Cervantes Saavedra |
"Il Pover' huomo che non se'n era accorto,
Andava combattendo, e era morto"
Esto, como sin duda habrá notado, es italiano, de Ariosto. Significa que un gran héroe, en el ardor del combate, sin darse cuenta de que estaba muerto, seguía luchando, muerto como estaba. La aplicación de esto a su propio caso es evidente, ya que espero, Miss Psyche, que dejará usted pasar al menos una hora y media antes de morir ahogada por el hueso de pollo. ¡Escriba, por favor!
"Und sterb', isch doch, so sterb'ich denn
Durch sie durch sie!"
Esto es alemán de Schiller. "Y si muero, al menos muero por ti... ¡por ti!" Aquí es evidente que se dirige usted a la causa de su desastre, el pollo. De hecho, ¿qué caballero (o si a eso vamos, qué dama) con sentido común no moriría, me gustaría saber, por un capón bien engordado de la raza Molucca, relleno de alcaparras y setas, y servido en una ensaladera con gelatina de naranja en mosaiques? ¡Escriba! (Los sirven preparados así en Tortoni's.) ¡Escriba, hágame el favor!
Aquí hay una bonita frase en latín, que además es rara (uno no puede ser demasiado recherché ni breve al hacer citas en latín, se está haciendo tan vulgar...): ignorantio elenchi. El ha cometido un ignorantio elenchi, es decir, ha comprendido las palabras de lo que ha dicho usted, pero no su contenido. El hombre es un tonto, ¿comprende? Algún pobre idiota al que usted se dirige mientras se ahoga con el hueso de pollo, y que, por lo tanto, no sabe de lo que estaba usted hablando. Tírele a la cara el ignorantio elenchi e instantáneamente le habrá usted aniquilado. Si osa replicar, puede usted hacerle una cita de Lucano (aquí está), que los discursos no son más que anemonae verborum, palabras anémona. La anémona, a pesar de sus brillantes colores, carece de olor. O si empieza a ponerse violento, puede caer sobre él con insomnia Jovis, el arrobamiento jupiteriano, una frase que Silius Itálicus (fíjese, aquí) aplica a las ideas pomposas y grandilocuentes. Esto, sin duda, le herirá en lo más vivo. No podrá hacer nada mejor que dejarse caer y morir. ¿Tendría usted la amabilidad de escribir?
En griego tenemos que buscar algo bonito, por ejemplo, algo de Demóstenes.
Anero jenwn cai paclin macesetai
Existe una traducción tolerablemente buena de esto en Hudibras,
"Porque aquel que huye puede volver a luchar.
Lo que jamás podría hacer el que ha sido muerto."
En un artículo Blackwood, nada queda tan bien como el griego. ¡Observe tan sólo, Madame, el aspecto astuto de esa épsilon! ¡Esa "pi" debería, sin duda, ser obispo! ¿Puede haber alguien más listo que esa omicrón? ¡Fíjese en esa tau! En pocas palabras, no hay nada como el griego para un artículo de verdadera sensación. En el caso presente, la aplicación que puede usted hacer de esto es de lo más evidente. Lance usted la frase, junto con algún terrible juramento y a modo de ultimátum al villano cabezota e inútil, que fue incapaz de comprender lo que le estaba diciendo en relación con el hueso de pollo. El aceptará la insinuación y se irá, puede usted estar segura.
Estas fueron todas las instrucciones que el Sr. B. pudo darme acerca de aquel tema, pero, en mi opinión, eran más que suficiente. Al cabo de un tiempo, fui capaz de escribir un genuino artículo de Blackwood y decidí seguir haciéndolo a partir de entonces. Al despedirnos, el Sr. B. me propuso comprarme el artículo una vez que lo hubiera escrito, pero como no podía ofrecerme más que cincuenta guineas por hoja, decidí que sería mejor dárselo a nuestra sociedad antes que sacrificarlo por una suma tan escasa. A pesar de su tacañería, el caballero tuvo todo tipo de consideración conmigo en los demás aspectos y me trató de hecho con la mayor educación. Sus palabras de despedida se grabaron profundamente en mi corazón, y espero recordarlas siempre con gratitud.
Mi querida Miss Zenobia me dijo con los ojos inundados de lágrimas, ¿existe cualquier otra cosa que pueda yo hacer para favorecer el éxito de su laudable labor? ¡Déjeme reflexionar! Cabe dentro de lo posible que no pueda usted, en un cierto margen de tiempo, a... a... ahogarse, o... asfixiarse con un hueso de pollo, o... o... ahorcarse, o... ser mordida por un... ¡pero espere! Ahora que lo pienso, tenemos un par de espléndidos bulldogs en el patio, unos animales magníficos, se lo aseguro, salvajes y todo eso... de hecho, son justo lo que usted necesita. En cuestión de cinco minutos se la habrán comido entera, con todo y aurículas (aquí tiene usted mi reloj), y ¡piense usted tan sólo en las sensaciones! ¡Tom, Peter, aquí! Dick, maldito seas, deja salir a ésos pero como yo realmente tenía mucha prisa, y no podía perder ni un minuto más, tuve, muy para mi disgusto, que acelerar mi partida y, en consecuencia, me despedí inmediatamente, y de una manera algo más que brusca de lo que la cortesía recomienda en otras circunstancias.
Mi objetivo fundamental, una vez terminada mi visita al señor Blackwood, era el meterme en algún tipo de dificultad inmediatamente, siguiendo sus recomendaciones, y con ese propósito pasé la mayor parte del día vagando por Edimburgo, en busca de aventuras desesperadas, aventuras que fueran adecuadas a la intensidad de mis emociones, y que se adaptaran a las ambiciosas características del artículo que había decidido escribir. Durante esta excursión me acompañaba un sirviente negro, Pompey, y mi perrita faldera, "Diana", a la que había traído conmigo desde Filadelfia. No obstante, no fue hasta bien entrada la tarde cuando, por fin, tuve éxito en mi ardua empresa. Fue entonces cuando ocurrió un importante suceso, cuya sustancia y resultados son los referidos en el artículo de Blackwood que sigue.
Edgar Allan Poe (1809-1849), escritor y poeta estadounidense, autor, entre otras obras, de Una narración de Arthur Gordon Pym y La caída de la casa de Usher. El texto aquí incluido forma parte del libro Relatos cómicos.
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