jueves, noviembre 20, 2008

Abasto Station?

La Ciudad Cultural 'Konex' me pidió un cuento sobre El Abasto y...



Torino es una ciudad extraña. Una señora burguesa casada con un tosco obrero industrial.
Justo en esta ciudad, sentado en la butaca de un ‘Cine d’Essai’, mi subconsciente recibió un sacudón.
La película que daban era una joyita tragicómica de Aki kaurismaki. En italiano se llamaba “La Fiammiferaia” (La vendedora de fósforos).
En algún momento, casi casualmente, la frágil silueta de su protagonista se veía recortada, casi aplastada, por un sombrio edificio que surgía a sus espaldas, amenazante.
Era la estación central de Helsinki.
Y mi mente dejó el hilo conductor que Kaurismaki intentaba trabajar; dejó la vendedora a su destino y, sin pedir permiso, voló a Buenos Aires.
La Gran Sorpresa del Cono Sur.
El Hormiguero Austral.
Ciudad alternadamente despreciada o mítizada por los europeos.
Sí, Borges.
Pero también dictadura cíclica, psicoanálisis dudoso, retórica futbolera.
Que saben los otros de Buenos Aires? Los que nunca la visitaron.
Y los que la visitaron? Que se llevan?
Linda no es. Por lo menos no impactante como Roma, Paris o Estambul.
Alguien se levantó bruscamente a mi lado, dejando entender que quería pasar, que se había hartado de la Vendedora de Fósforos, o de los ‘tics’ de Kaurismaki.
Automáticamente me paré y lo dejé pasar.
Unos minutos después la película terminó y las tenues luces amarillas me devolvieron a la sórdida realidad de la sala Torinesa.
Había yo venido a Torino para promocionar una película que protagonizaba, en un programa de la R.A.I. (Radiotelevisione Italiana). Quería , además, aprovechar este viaje para visitar la casa/museo de un personaje único y fascinante ; Carlo Mollino.
Los actores de cine no acostumbran a vivir ‘en grupo’ como sus colegas teatrales. Más bien su existencia se desliza por días cerebrales, en situaciones abstractas, solitarias y monótonas. El ‘set’ es un sándwich de frenética actividad entre enormes migas de agobiante aburrimiento.
Los periodos entre películas nos remiten al Purgatorio dantesco, y con el pasar de las semanas, si el próximo empleo no aparece, el mismo Infierno amenaza con abrir sus puertas. Pobres, los actores...
Mi único amigo en Torino estaba en Palermo, rodando un documental sobre los ‘ferrys’. Me contó, por teléfono, que los marineros estaban preocupados por su futuro ya que el gobierno Italiano había puesto el semáforo verde a la construcción del mega-puente entre Calabria y Sicilia. El puente mas largo del mundo.
Ahora estaba sentado en un café, tomando un buen vaso de Nebbiolo y pensando en la estación de Palermo, en Buenos Aires. Y de ahí, en unos pocos saltos, pasé a las paradas de Devoto (si, como Howard Devoto, cantante de Magazine, una de las mejores bandas de la época Punk), de Rubén Darío y de Hurlingham (destinos de mi primera visíta a la casa de los Mackern, donde Luca vivía, en su habitación roja).
Torino como Buenos Aires?
No.
Las confiterías de las esquinas crean cierta simpatía conectiva entre estas dos ciudades, pero ahí termina el juego. Estos cafés italianos emiten señales muy claros. Dicen: “Aquí solo entra quien tiene decoro, buen gusto y (sobretodo) plata.”
Estos cafés pretenden ser una ‘crème-de-la-crème’ aristocrática.
Me miro alrededor. Tengo razón. Viejas señoras, un ex militar con insignia de alguna campaña de la Grande Guerra expuesta en el bávero de su saco ‘tweed’, e hijos de jueces , abogados y industrialistas, diría.
Pago, me levanto y me voy.
Las luces se prendieron en el Corso. A lo lejos las montañas se visten de nieve azulada.Atrapan a la ciudad en un marco eterno, austero.
Y vuelvo a pensar en Buenos Aires, en su esencia horizontal, amórfa , abierta...
Y ahí está el Abasto.
En la tapa de un libro de arquitectura. El libro colgando llamativamente en un kiosco de diarios Torinés.
Me acerco y pido permiso. Miro bien la tapa. Pero... NO es el Abasto porteño..., Son estaciones de tren. Es la estación de Helsinki, y al lado dice: ‘Gare Centrale d’Helsinki’ 1910-14, Eliel Saarinen architécte.

“È un’ottima edizione, vede...” dice el vendedor, notando mi especial concentración.
“Francese, vede... Ottima qualitá!”

Buenos Aires volvió a engañarme. Un espejismo borgesiano. Una estación que se parece a un mercado de hortalizas. Una ciudad que se insinúa en tu subconsciente.

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